Habilidades y Capacidades

 

"... El caldero, negro y humeante, es el símbolo del renacimiento, la reencarnación, la representación del útero de la Gran Madre, la diosa de las brujas. En primer término se ve que uno de los ingredientes importantes y vitales es el ojo de una salamandra, el animal más estrechamente relacionado con el fuego y capaz de invocar su protección; luego, es el dedo de una rana, la criatura que simboliza el agua y que facilita a las brujas el alcanzar un estado superior de la consciencia. Después le siguen escamas de dragón, los colmillos de lobos, sangre de monos y hasta el hígado de 'un judío blasfemo' "

 

Los diablos, después de su caída, siguieron conservando sus dotes tanto naturales y preternaturales; al ser espíritus puros, poseen la ligereza y libertad de movimientos propios de los ángeles, la virtud locomotora, por la cual pueden trasladarse de un lugar a otro al instante, estén cercanos o apartados, e incluso provocar fenómenos de multilocación real o aparente.
Pueden asumir las más diversas apariencias, animales, humanas o extrahumanas, y aún extrahumanas, revistiéndose de materia física o fabricando fantasmas en la imaginación. 

Pueden mover la materia, transportar a las personas, imitar voces, mover la lengua del animal, causar enfermedades, placer y dolor, dar origen a fenómenos sensibles que superen las fuerzas físicas; pueden unirse a hombres y mujeres, pero no procrear (aunque los rabinos hebreos opinan que sí).

El diablo está vinculado desde siempre al dinero y las riquezas: Éstos son su invención; se habla de un Grand Diable d’Argent, que vuela sobre los hombres repartiendo monedas. Los demonios disponen de los tesoros ocultos, sin embargo, todas las riquezas que ofrece y otorga son falsos y de mala ley, y suelen convertirse, y algún momento, en estiércol, carbón, hojas secas, insectos...

La sal es un referente clásico contra los demonios: Ellos le tienen horror, ya que este mineral preserva la corrupción de muchos comestibles, y es, por lo tanto, símbolo de la eternidad y la sabiduría. Se tiene a la sal, entonces, como un eficaz antídoto contra las potencias infernales.
El diablo siempre estuvo relacionado con "signos" específicos, de distinta índole, que delataban su presencia, o eran la "marca" de sus acciones; por ejemplo, tres son los colores vinculados al demonio y la muerte:

Negro, representativo de la muerte y la oscuridad;

Rojo, representativo del fuego y la sangre;

Amarillo, representativo del azufre, de la enfermedad, de la llama ígnea y del temperamento colérico e iracundo.

Físicamente, estos espíritus son sucios y de aspecto repugnante, excepto cuando por engaño se presentan bajo otra forma; su apariencia es algunas veces inquietante y amenazadora, otras, grotesca y risible, pero, en su verdadera forma, nunca apacible ni bella. En sus representaciones se confunden lo humano y lo animal, pues sus inclinaciones y las que procuran infundir en los hombres son semejantes a la de los rústicos. El mal olor es característico en los diablos: Es muy común suponer que éstos se presentan oliendo a azufre, y que dejan ese olor al marcharse; no obstante, todo hedor nauseabundo les corresponde.

Así como intervienen en la administración de las riquezas, del mismo modo lo hacen en los asuntos amorosos, pero su dominio no es el alma, sino el cuerpo. Los demonios procuran el amor carnal y, en general, todo amor culposo; del diablo surgen los adornos, las modas, los perfumes afrodisíacos, los maquillajes, los escotes, etc., propios de las mujeres, así como la "ciencia de los engaños y asayamientos", que ellas tan bien aprenden. El diablo y sus seidades poseen un número incalculable de secretos de belleza (no siempre muy limpios y bien olientes); todo lo que fue atribuido a la Madre Venus, diosa o planeta, a él pertenece, pero es muy traidor, provocando desmanes o desavenencias entre las parejas.

En su carácter de hostigador de los hombres, provoca mil calamidades: Atrae, convoca y dirige multitudes de alimañas (ratones, moscas, pulgas, piojos, langostas, plagas del campo), y los arroja sobre las personas, los poblados, las comarcas y las ciudades. Ocasiona muertes repentinas, estrangula a los niños en el vientre materno, para que no puedan recibir el bautismo, hace que las mujeres aborten; causa toda clase de enfermedades, especialmente las que hacen perder la razón, como los vértigos, mareos, delirios, epilepsia, histeria, locura y otras perturbaciones psíquicas. Por último, procura hacer olvidar los deberes religiosos, los votos y las promesas, distrae a los que están orando o a los que asisten a los actos de culto para que se perturben las ceremonias; infunde el sueño a los que velan a enfermos, hace pasar inadvertidos a los pobres. En cambio, algunas veces aconseja a sus protegidos que asistan a misa y procuren sacar almas del Purgatorio.

 

"La Iglesia califica a Satán como monstruo perverso, corrompido, malvado, inmundo, estúpido, insensato, tentador, devastador, maldito, reprobado, embustero, sucio, embaucador, impuro, afeminado, pérfido, envenenador, infame, orgulloso, blasfemo, doctor de la mentira, adversario del género humano, inventor de la muerte, raíz de la maldad, autor de los delitos, príncipe de los vicios, instigador de vergonzosos placeres, arrojado de la Gracia, lleno de abominación, cargado de exorcismos, merecedor del Fuego Eterno".

 

Contrariamente a lo referido en las Santas Escrituras, donde el diablo posee las características divinas en cuanto a imagen y semejanza, muchas creencias lo han imaginado con formas grotescas y extrañas; no obstante, los rasgos recurrentes entre varias civilizaciones lo señalan con figura de macho cabrío, alas de murciélago, cuernos y rabo, una estatura inmensa y aspecto tricéfalo, y ostentando colores como el rojo, amarillo o negro.

A veces se lo describe como un ser con aspecto humano, con tres caras de tres colores: negro, rojo y amarillo, y con seis alas de murciélago llenas de ojos, que agita constantemente; otras, como un cabrón, lobo o serpiente, y también como monstruo negro, bestia inmunda o como gigante, etc.

Esta vinculación con animales suscita la correspondencia de éstos y la figura que el diablo puede asumir; hay siete de ellos cuya apariencia toman los demonios: Macho cabrío, con la cual preside el Aquelarre; León, con el que ataca anacoretas; Jabalí, con el que atemoriza a las gentes del campo; Cerdo, con el cual acompañó a San Antonio de Abad como castigo por sus tentaciones; Mono, Con el que aparece como el perpetuo remedador de las obras divinas; Cuervo, con el que muestra una triste y fatídica negrura, alimentada por la muerte; y Basilisco, con el que causa la muerte del alma.

Otra de sus representaciones clásicas es bajo la forma de Dragón, a quien los padres rabínicos identificaron como símbolo de pecado; las moscas, las arañas y las langostas también forman parte del conjunto al cual deben agregarse, entre otros, sapos, abejas, avispas, camarones, milanos, gatos y caballos negros, perros perdigueros o de color amarillo, escarabajos, reptiles variados, calamares, búhos, zorras, la mosca nan, el ave Fénix, etc.

Fuera del reino animal, los demonios se pueden camuflar como plantas: La aliaga, la bellota, el castaño, el acebo, la zarzamora, la cicuta, el gutil, la caña, la aguapa, el zacum, el cornezuelo de centeno, la cuscuta, la aglaofotis, el escaramujo, etc., son algunas de las que se relacionan con el diablo.

 

Símbolos satánicos

 

Aparte de su capacidad de transformarse en animales o vegetales, los diablos están relacionados con objetos que los ligan a los seres humanos; uno de ellos es el dragón rojo; la cruz, signo de forma circular, fue usado en la Edad Media por importantes magos negros. La pata de bruja o cruz invertida fue un símbolo para los antiguos hechiceros, y aún hoy es dada a conocer por diferentes sectas satanófilas anglosajonas.

 El pentáculo (Estrella de cinco puntas o estrella de Salomón) invertido se asocia a los ritos de brujería y suele verse como marca en la frente de algunos diablos y sus atributos. La Cruz de San Andrés es otro objeto diabólico, usado por algunas sectas; hasta el anagrama de victoria que formaban los dedos índice y anular de la mano, implementados por Winston Churchill, no era sino una simbolización de los cuernos del diablo.

En Numerología, las cifras malditas distintivas son:

2, que significa antagonismo.
6, que significa imperfección.
13, que significa traición. Es el número de comensales de la Última Cena, además de ser el símbolo de los heterodoxos.

Entre los días nefastos, en Holanda, el día Viernes era propicio para las prácticas supersticiosas; en Rusia el Lunes era el día fatídico. Los Martes eran favorables para las operaciones de castigo y los Sábados, para las de muerte.